Finales de diciembre de 2013. Un día frío y horrible. Mi madre conoció un gato gris en su camino a casa. El pequeño gato tenía unos tres meses de edad y estaba extremadamente delgado y sucio, con el oído herido, y lo que es peor, una mirada aterradora en los ojos. El gato - para sorpresa de mi madre - no tenía miedo y se acercó a ella, pidiendo una caricia. Nos gustan tanto los animales que mi madre no pudo dejar al pobre gato en la calle, necesitaba ayuda. Llevó al gatito al veterinario.
El veterinario examinó el gato callejero. Su estado era muy malo, pero decidió tratarlo e intentar salvarlo. El mayor problema era el ojo de gato, muy dañado, por lo que tenía que ser extirpado quirúrgicamente. Por desgracia, en ese momento era demasiado arriesgado operarlo, ya que el gato estaba demasiado débil y se negaba a comer. Primero tenía que ponerse más fuerte. Así que lo dejamos ingresado en el hospital veterinario para que recibiera la mejor atención. Lo visitamos a diario. En los siguientes días nos dimos cuenta de que el gatito era mayor de lo que pensábamos: tenía aproximadamente dos años - no meses - no era gris, era blanco con rayas atigradas. Cuando se recuperó fue sometido a una operación y se le extirpó el ojo. Después de la operación pudimos finalmente llevarlo a casa. Ahí estaba seguro y apoyado con nuestro amor y cuidado. Lo llamamos Pirata.
Es el gato más maravilloso del mundo entero. Le encanta maullar y ronronear, no para de jugar con su pelota. Duerme en mi almohada. Sabemos que está agradecido por haberle salvado la vida, pero, los agradecidos somos nosotros.
Sin duda esta emotiva historia me recuerda la de otro gato, Bob, gato que fue rescatado por un músico de la calle y cambió su vida.
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Fuente: Boredpanda.