Solemos creer las que las mamás y las abuelas italianas son cariñosas y afectuosas, siempre pendientes de la familia y preocupadas porque a sus hijos no les falte un buen plato de pasta en la mesa, aunque no siempre es así. Leonarda Chianculli es la prueba de que ese estereotipo no siempre se cumple. Por supuesto quería a sus hijos, así que cuando en 1939 supo que su hijo mayor y más querido se iba a alistar en el ejército pensó que era necesario hacer algún sacrificio para protegerlo. Algún sacrificio humano.
No está claro en qué momento de su trágica vida, llena de supersticiones y misticismo, esta desafortunada mujer enloqueció, pero sin duda pasó a la historia del crimen de Italia.
Leonarda Cianciulli nació en 1894. Su infancia fue más que infeliz: nació como resultado de la violación de su madre, que, según los recuerdos de Leonarda, siempre fue odiaba. En su adolescencia, Leonarda intentó suicidarse dos veces. Le atribuía todos los males de su vida a una supuesta maldición que le echó su madre.
En 1914, se casó con un modesto funcionario, Raffaele Pansardi, matrimonio que no fue aprobado por sus padres, ya que ocupaban una mejor posición social. Chianculli afirmó que fue después de la boda cuando su madre la maldijo y la condenó a una vida llena de desgracias.
Leonarda en su juventud
Lógicamente no existe prueba alguna de tal maldición, pero cuesta creer que no existiera si nos fijamos en la vida de Chianculli después del matrimonio. Unos años después del matrimonio Chianculli fue encarcelada por fraude y tres años más tarde su casa fue destruida por un terremoto. Después la pareja se mudó a Correggio, donde Chianchulli abrió una pequeña tienda y obtuvo una excelente reputación.
Ficha policial de Leonarda
Durante el matrimonio, Leonarda quedó embarazada 17 veces, de los cuales tres embarazos terminaron en abortos involuntarios y diez niños murieron a una edad temprana. Años antes de su matrimonio una adivina le dijo que se casaría, pero que todos sus hijos morirían uno a uno, así que protegió a los cuatro sobrevivientes de una forma enfermiza. Ciancilli incluso consultó con especialistas en lo paranormal para que le quitaran la supuesta maldición.
Tal vez, si su vida no hubiera estado tan influenciada por maldiciones y adivinos, nunca hubiera matado.
En 1939 la mujer supo que su hijo mayor y más querido, Giuseppe, se uniría al ejército italiano. Decidido a protegerlo a toda costa, así que Chianculli de repente decidió que tal protección requería del sacrificio humano y eligió a tres de sus vecinas, mujeres de mediana edad. Algunas fuentes afirman que la propia Leonarda se dedicaba a la adivinación, y estas damas acudieron a ella en busca de consejo; Otros dicen que las mujeres acudieron a ella solo como vecinas. Sea como fuere, ella comenzó a planear los asesinatos.
Todo comenzó cuando la solterona Faustina Setty recurrió a Chianculli pidiéndole ayuda para encontrar marido. Leonard le dijo que un candidato la estaba esperando en Roma y que tenía que ir a encontrarlo. Así que Faustina le dijo a sus familiares y amigos que se iba de viaje. Por sus "servicios", Leonarda le cobró a Setty treinta mil liras, casi todos los ahorros de la mujer.
Las tres víctimas de Leonarda Cianciulli
El día de su partida, Setty fue a visitar a Chianculli para despedirse, y aceptó tomar una copa de vino, sin saber que en el vino había una droga. Leonarda mató a la ingenua mujer con un hacha y cortó su cuerpo en nueve pedazos, recogiendo toda la sangre en el lavabo. Más tarde en sus memorias, Chianculli describió lo que sucedió a continuación:
"Tiré los pedazos en una cacerola grande, agregué siete kilogramos de soda cáustica, que compré para hacer jabón. Luego lo mezclé todo hasta que se convirtió en una densa masa oscura, que vertí en varios cubos. Resultó un buen jabón. En cuanto a la sangre, esperé hasta que estuvo espesa, a continuación la vertí en una fuente de horno, la mezclé con harina, azúcar, chocolate, leche y huevos, así como una pequeña cantidad de margarina y amasé la mezcla. Preparé muchos pastelitos para el té y se los regalé a las mujeres que me visitaban, Giuseppe y yo también los comimos"
La segunda víctima, Francesca Soavi, también creyó a Leonarda cuando le dijo que había encontrado trabajo para ella en una escuela para niñas en Piacenza. Al igual que Setty, Soavi le dijo a su familia y amigos que se mudaba. Y también bebió el vino mezclado con droga Chianculli le ofreció. Y también se convirtió en jabón y pasteles. El asesinato ocurrió el 5 de septiembre de 1940.
La tercera y última víctima de Chianculli fue una antigua cantante de ópera del teatro La Scala, Virginia Kachioppo. Chianculli supuestamente le encontró un trabajo de secretaria en Florencia.
Leonarda durante el juicio
"La metí en la olla, como las dos anteriores ... su carne estaba grasienta y pálida cuando la fundí. Añadí una botella de colonia y después de un largo período de ebullición tuve la oportunidad de hacer un jabón cremoso de una calidad aceptable. Se lo di a vecinos y conocidos. Y, dicho sea de paso, los pasteles se volvieron más sabrosos: esa mujer era muy dulce ", escribió la asesina en sus memorias.
Chianculli pensó que había borrado todas las pruebas de sus asesinatos y nadie había echado de menos a sus dos primeras víctimas, pero Kachioppo tenía una nuera muy curiosa. No creía en las cartas en las que le hablaba de su repentino viaje y además vio a Kachioppo entraren casa de Cianciolli la noche que tenía que haber partido. Informó a la policía de sus sospechas y Leonarda fue detenida.
La asesina fue condenada a 30 años de prisión y pasó tres años más en un hospital psiquiátrico para delincuentes.
Leonarda Chianculli murió de un ataque cerebral en un hospital psiquiátrico para delincuentes en Pozzuoli el 15 de octubre de 1970. Artículos de su caso, incluyendo la olla en el que sus víctimas fueron cocinadas, se exhiben en el Museo Criminológico de Roma.